Yoga Blanes

Sobre la posibilidad de CAMBIAR

EL HOMBRE NO ES UNA UNIDAD SINO ES MÚLTIPLE

(ENSEÑANZAS DEL CUARTO CAMINO)

1) Si un hombre se toma como uno, ninguna lucha puede desarrollarse dentro de él. Si ninguna lucha se desarrolla dentro de él, no puede cambiar. ¿Por qué es esto así?

2) Si un hombre supone que hay una sola cosa que actúa, piensa y siente en él —es decir, un «Yo»— entonces no puede comprender que tendría que haber una cosa que comanda y otra que obedece.

Esto significa que si el hombre se considera como una unidad, nada pue­de cambiar en él. El trabajo dice: «A menos que el hombre se divida en dos, no puede moverse de donde está en sí mismo» —es decir, no puede ser dife­rente en sí mismo.

3) Si un hombre está a tal punto hipnotizado y por lo tanto dormido como para creer que es uno, no puede recibir las ideas del trabajo. ¿Cuál es el objeto del lado práctico del trabajo, es decir, las ideas y las instrucciones relativas al trabajo sobre sí? Este objeto es hacer que un hombre trabaje sobre sí, teniendo en cuenta el lado del trabajo y el lado mecánico, es decir, que mediante una especie de desdoblamiento pueda observarse desde el ángulo de las ideas de trabajo. En este caso, el lado observante mira el lado que debe ser observado. Así el hombre llega a ser dos: Un lado observante y un lado observado.

4) Si un hombre cree que es una unidad, y que siempre es el mismo yo quien actúa y piensa y hace, ¿cómo puede observarse a sí mismo? No puede, porque se imagina que él mismo es uno y así nada puede ser observado acerca de él. En tal caso, un hombre cree a menudo que observación significa observación de algo que está fuera de él, de autobuses, calles, gentes, pano­ramas, etc. De esa manera la observación de sí se hace por la vía de los sentidos que sólo muestran lo que no es uno mismo, por ejemplo, el mundo exterior.

5) A menos que el trabajo no se establezca en un hombre por medio del «Yo» observante, nada puede cambiar en él. El «Yo» observante es más interior que la vida como sentido. Pero si el «Yo» observante no es apoyado por alguna profundidad de comprensión continua y renovada del trabajo, se debilita y, en las tensiones de las circunstancias de la vida exterior, se des­vanece. Luego un hombre se encuentra sencillamente de regreso en la vida y si la vida en ese momento favorece sus propios intereses, no sufre en absoluto.

6) El establecimiento del «Yo» observante estriba en hacer que algo sea más interior en el hombre, de modo que pueda observar lo que es más exterior en él (exterior no en el sentido de la vida exterior externa, sino en él, en su personalidad, en Johnson, si su nombre es Johnson). A menos que se establezca este «Yo» observante, a menos que un hombre quiera observarse a sí mismo (y sí mismo no tiene nada que ver con la vida exterior dada por los sentidos, su casa, sus muebles, su dinero, sus comidas, su jardín, sus ne­gocios, su posición social, sus medallas, su alcurnia, su ropa, etc.) a menos que comience este acto interior, nada puede cambiar en él. Sigue siendo la misma persona.

7) Tras haber pasado largo tiempo en el trabajo el sistema interior, que se inicia en una Observación de Sí voluntaria, el «Yo» observante empieza a actuar y a controlar al hombre mecánico. Lo hace por medio de la reunión de todos los «Yoes» en la personalidad que desean trabajar y pueden hacerlo. Esta etapa es la del Mayordomo Delegado. Si esto prosigue a despecho de las tentaciones, algo muy extraño empieza a tener lugar. Las tentaciones en esta primera etapa del trabajo consisten sólo en luchar contra las dudas, las malas interpretaciones, la calumnia, los escrúpulos, las críticas infundadas, las exigencias, etc., pues para nosotros no existen otras tentaciones en esta etapa. Es preciso que el hombre sea tentado de esta manera al comienzo para que esté pronto para un nuevo despertar. El «Yo» observante reúne a su alrededor a los «Yoes» que pueden trabajar y comprender el trabajo. Forman un pequeño grupo de «Yoes» llamado Mayordomo Delegado,que tiene que luchar y combatir no sólo contra la falsa personalidad sino contra la subdesarrollada esencia. Si el Mayordomo Delegado, a despecho de sus continuos fracasos, llega a fortalecerse, el Mayordomo se acerca. El Mayordomo perte­nece a algo que está por encima del hombre. Aparece al principio por breves instantes y muchas veces cuando se acerca, la gente tiene grandes dificultades ya sea externamente, ya sea en sus luchas contra los estados negativos en la forma de enfermedades, etc. El Mayordomo proviene de un nivel diferente. Para recibir al Mayordomo, un hombre debe sufrir un nuevo fraguado de sí, un nuevo reordenamiento de su mente, o hasta de las células de su cerebro. Pero esto siempre tiene lugar en la mejor forma posible para el individuo y puede ser soportado. El trabajo radica en ponerse en contacto con los centros superiores. Un hombre no puede producir esos cambios por sí mismo porque desconoce en absoluto las nuevas conexiones necesarias. Estos cambios se lle­van a cabo a través de su trabajo personal y de la lucha del Mayordomo De­legado en él, es decir, que lo que trata de penetrar desde arriba en el hombre lo realiza cuando las condiciones son apropiadas. Una vez que esto se pro­dujo, el hombre es un hombre diferente. Su sentimiento del «Yo» es diferente. Sus ideas y pensamientos, su razonamiento y sus acciones son diferentes. Ha experimentado la evolución de sí latente en él. Ha «nacido otra vez» como dice la frase de los Evangelios.

Pero todo esto es imposible a menos que un hombre empiece por esta­blecer un «Yo» observante y posea la ayuda del trabajo, mediante la compren­sión del trabajo para él mismo, lo cual significa el amontonamiento de los otros «Yoes» en torno del «Yo» observante, de modo que un pequeño grupo de «Yoes» llamado Mayordomo Delegado se forma en el caos de su vida interior.

Pero, claro está, si un hombre permanece en la presunción de que es uno y de que sólo puede ser uno, y que siempre hay una cosa que actúa, siente, piensa, habla, etc., en él, todo lo dicho anteriormente sigue siendo imposible de realizar.

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